viernes, 7 de diciembre de 2007

Una negligencia al manipular un solvente desató la tragedia


El informe oficial elaborado por los Bomberos de Córdoba sobre cómo se desató la tragedia, al que tuvo acceso Clarín, revela que hubo negligencia en el manejo del hexano, un volátil solvente que se estaba manipulando mientras muy cerca funcionaba un aparato industrial que alcanza altas temperaturas.Según un perito investigador, que pidió reserva de su nombre y participó del informe, "en una esquina del laboratorio había 18 tambores en fila que contenían hexano. Uno de ellos estaba sobre un aparejo (un trípode de caños con rueditas), en posición horizontal y sostenido por dos correas que pendían de una polea. Ese tambor -explicó- estaba posicionado como uno barril de vino, para que le pusieran una pequeña canilla".Contó que "algo falló en el momento del trabajo de perforación y ocurrió un derrame del hexano, que fue a parar debajo de un autoclave, que es un aparato de esterilización, como un enorme lavarropas industrial, que tiene en su base una resistencia que alcanza altísimas temperaturas".Ese habría sido el momento en que el solvente, muy inflamable, se encendió y las llamas corrieron rápidamente hacia el tambor, lo envolvieron y las cuerdas que lo sostenían se cortaron por el fuego. Fue entonces cuando cayó al piso con estruendo, y produjo el primer estallido. A esa primera explosión, le siguieron unas cinco más, "ya que los otros 17 tambores reaccionaron en cadena; aunque hubo algunos que se hincharon y no llegaron a explotar", detalló.¿Qué hacían almacenados en un lugar cerrado, tantos barriles con un solvente tan peligroso? ¿Quién los autorizó? ¿Por qué no se escucharon los reclamos de quienes habrían advertido del peligro? ¿Qué estaban fabricando realmente? ¿Por qué en un primer momento dijeron que era biodiésel y ahora lo niegan? Son todas preguntas que deberá desvelar la Justicia, ya que por ahora nadie en la Universidad Nacional de Río Cuarto las ha respondido.Mientras en el Hospital Córdoba los familiares de los sobrevivientes soportan angustiados un compás de espera pleno de desesperanza, las fallas en la seguridad y controles se hacen cada vez más evidentes.Jorge Vicario, el profesor de física que estaba tomando exámenes a sus alumnos en el primer piso cuando ocurrieron las explosiones, reiteró que, "paradójicamente, los investigadores y alumnos experimentaban una nueva técnica para eliminar el hexano del proceso de extracción del aceite de los granos de soja". Siempre según su versión, intentaban suplir el "hexano por vapor, ya que el solvente daña la salud de quienes lo manipulan y es altamente explosivo".Pero ese peligro que intentaban conjurar les estalló en la mañana del miércoles. Los tambores habrían estado almacenados "desde hacía más de 20 días", según aseguró el microbiólogo Deán Fernández. El hombre salvó su vida porque, contó, advirtió rápidamente el derrame del líquido y salió a pedir ayuda.A todo esto, desde la Aceitera General Deheza, Miguel Ferrero, responsable de Recursos Humanos, negó toda vinculación con el laboratorio de la Facultad donde ocurrió el accidente. Fue pese a que el propio decano de Ingeniería, Diego Moitre, afirmó que un herido internado en una clínica de Río Cuarto, Diego Bonassa, no es personal universitario y estaba en el lugar por su vinculación a la aceitera. Moitre mencionó que ese herido estaba por "investigaciones en la fabricación de biodiésel, y no sabemos si pertenece a la firma, o a una subsidiaria. Pero sí que estaba allí por su vinculación con General Deheza".

clarín