La resaca. De las seis acepciones que la Real Academia Española le adjudica al término, la cuarta de ellas parece ser la única que encaja calibrada en el día después: Efecto o serie de consecuencias que produce algún acontecimiento o situación. La resaca del éxito. La mañana después del hito los encontró enérgicos, embriagados de triunfalismo, como si el insomnio del domingo a la noche hubiera sido solamente un sueño.Así fue que empezaron con el clásico raid mediático post campeonato, de acá para allá y de allá para acá. De Urquiza al microcentro, de ahí a Constitución y a Palermo también. Olé juntó en un momento cumbre a Pelletieri, Hoyos, Fritzler, Acosta, Blanco, Velázquez, Biglieri, Benítez y Salomón. Y después vendrían más festejos, con el agregado del champagne, con Pelle, Blanquito y Laucha para recrear un podio F1 post coronación. Parecen un grupo de amigos en su viaje de egresados, se mueven todos juntos, se cargan mientras leen la revista del campeón, siempre con una sonrisa como simbolismo básico para identificarse como campeones. "No pegamos un ojo en toda la noche" o "cuesta dormirse con todo esto", sonaron casi como hits en sus respuestas primarias. El que más hincapié hizo en la temática del desvelo fue Santiago Biglieri, delatado por unas pronunciadas ojeras de éxito, luego de la cena-show del plantel en Puerto Madero. Claro que Pelletieri, asumido como el más dormilón del plantel, llegó con más horas de sueño encima que el resto.En la charla íntima intentan repasar méritos y claves del logro. Muchos eligen hablar de una arenga previa al partido que se le ganó con suplentes a Estudiantes, 1-0 por la décima fecha: "Ahí, Chiquito (Bossio) y Agustín (Pelletieri) tomaron la voz de mando, y eso fue como un click para todos nosotros. Nos dijimos que si lo pasábamos, podíamos pensar en el campeonato. Nos juramos ganar todo lo que pudiésemos como equipo y como grupo... Porque además, ese día jugamos con mayoría de suplentes", recuerdan, sonríen y asienten entre todos.Para la foto posan como el equipo que son, o como chicos jugando a ser futbolistas profesionales en cualquier ámbito ajeno. Dejan sus pertenencias al margen y se agrupan. La ubicación de cada uno en la alineación (los más chiquitos fueron abajo) genera algún tipo de suspicacia. Aunque, ojo, fueron sólo chanzas: "Acá no hay vedettismo, ja", aseguran entre flashes. Después, a la hora de las dedicatorias, y casi ninguneando a la obviedad vecinal sureña y a los rivales de turno del domingo, los chicos optan por regalarle el título a los que no confiaron en que un grupo de juveniles pueda consagrarse en el fútbol argentino: "Demostramos que los pibes sí podemos ganar torneos, al contrario de lo que dicen muchos", comentan al unísono, orgullosos."Todavía no caemos demasiado de todo lo que conseguimos con esto. Necesitás mucho, muchísimo tiempo para terminar de digerirlo bien, eh. Es algo realmente muy fuerte para todos nosotros", agregan silbando por lo bajo. Los más shockeados parecen ser Blanco y Acosta, que después se mueven como un dúo inseparable por la city porteña. Tan explosivos como lo son adentro de un campo de juego, los dos más jovencitos se agrandan y anuncian: "Ojo que esto recién está empezando, eh. Para nosotros y para Lanús también", picantean de a dos. El día después tuvo mucho de diplomático para ellos. Se habrá tratado entonces del protocolo más dulce. Ni el escaso sueño, ni el trajín de la gira fueron dignos rivales que pudieran estar a la altura del sentimiento ganador del lunes de la resaca del éxito.
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