principios de agosto, el juez de instrucción Gustavo Jensen condenó al policía Raúl Maximiliano Méndez a un año de prisión en suspenso y a cinco de inhabilitación para ejercer cargos públicos en los que tenga que usar armas de fuego, por haberle disparado en “forma directa al cuerpo y sin justificación alguna” a José Roberto Lucero, en un episodio ocurrido el 21 de agosto de 2005 en Villa Elisa.El proceso no contó con debate a raíz que se trató de un delito correccional, como lo es el abuso de armas, y el magistrado le aplicó la sanción más leve, ya que el Código castiga esa acción con hasta tres años de cárcel. Pero con ese juicio el caso no quedó en el olvido, dado que ayer tres de los más de 15 policías que participaron en la detención y traslado del menor, empezaron a afrontar un juicio oral y público por “vejaciones en acto de servicio”, delito que prevé penas de 3 a 5 años de prisión. En esa época el ministro de Gobierno era Juan Tierno, a quien desde distintos sectores de la sociedad se le criticaba su política de mano dura, e incluso en el transcurso de esa semana de agosto de 2005 se produjeron otros episodio de abusos policiales, por los que incluso este año se condenó a otros policías.La historia.José Lucero tiene hoy 19 años. Cerca de la medianoche del 21 de agosto de 2005, caminaba hacia su casa de la calle Giacchino al 2.300 cuando repentinamente fue interceptado por un patrullero, de cuyo interior descendieron dos efectivos. Uno de ellos era Méndez, quien comenzó a dispararle con su itaka y le provocó 38 lesiones de perdigones de bala.En medio de la agresión, el joven inició una carrera desesperada hacia su vivienda, donde logró ocultarse. Sin embargo varios policías entraron a la propiedad (así consta en la instrucción), e incluso varios de ellos amenazaron con detener al hermano de la víctima para obligarlo a que se entregue. En definitiva, por los hechos sucedidos durante la detención, los integrantes de la Cámara del Crimen 2 Abel Depetris (presidente), Carlos González y Elvira Rossetti, iniciaron el juicio contra el cabo primero de la Brigada Rafael Martínez, de 38 años, el agente de la Segunda Dante Raúl Silliquillín, de 31, y el oficial ayudante Omar Sabaidini, de 27 años y responsable del operativo. Testimonios.El único que aceptó a declarar fue el cabo primero Martínez quien, al igual que los otros dos efectivos, desde febrero se encuentra en situación de pasiva. El policía, asistido por el abogado José Mario Aguerrido, dijo ante los jueces que fue el único efectivo en ingresar a la casa de los Lucero, y que apuntó con su arma reglamentaria al joven para que se arroje al suelo.En medio de la falta de precisiones, el fiscal Jorge Amado y el querellante Omar Gerbruers, indagaron a fondo la supuesta participación descripta por el policía, y allí se encontraron con varios flancos débiles del acusado. En ese sentido, Gebruers quiso indagar cómo, sin conocer al sospechoso y encima estando oscuro, pudo saber que el muchacho que encontró era el sospechoso: “me dijeron los otros empleados, y aparte estaba él sólo”.“Despedazado”.Tras la negativa a declarar de los otros dos acusados, defendidos por Mirta Brown, llegó el turno de los testigos. Acaso el principal de todos fue Juan Andrés Poggio, quien relató que la noche del operativo estaba en la puerta de su casa, ubicada justo enfrente a la de los Lucero, cuando advirtió que José regresaba caminando pausadamente: “estaba despidiendo a un amigo en la puerta y lo vi. De repente, un patrullero dobló a toda velocidad y lo pasó, aunque a los pocos metros clavaron los frenos, se bajaron dos y uno empezó a tirarle como si nada. Fue algo impresionante, porque pude ver como se le fue el brazo para atrás por el balazo, y él empezó a gritar y salió corriendo para su casa”.Poggio, un joven que tiene la misma edad que la víctima y que lo conoce de pequeño, aunque no son amigos, recordó que “en pocos minutos se llenó de policías”. “Había más de quince. Adentro se escuchaban gritos, y de repente lo veo salir a los policías llevando a Lucero a la rastra, pero casi en el aire y a las patadas”, dijo. Uno de los jueces quiso obtener precisiones respecto a este punto, y el testigo fue concluyente: “¿cómo lo llevaban? Vio cuando alguien quiere despedazar algo y tironea. Bueno, así”, señaló el testigo.La víctima.José Roberto Lucero también declaró. Lo hizo antes que Poggio, y contó lo poco que se pudo acordar de aquella tremenda noche. La víctima era sospechosa de un asalto a mano armada, en el que dos sujetos robaron a una pareja en Zona Norte una cadenita y una bicicleta esa misma noche, aunque más tarde los verdaderos responsables fueron detenidos.El joven contó que tras el ataque a tiros se refugió en la casa y habló con su mamá: “le dije que me estaban buscando y me escondí en la habitación, y para cuando ellos entraron salieron mi mamá y mi hermano. El policía petiso (en alusión a Martínez) le apuntó con la pistola a mi mamá, y a mi hermano lo agarraron y gritaban que salga o si no se lo llevaban a él. Cuando al final salí para entregarme no me dieron tiempo a nada: se me fueron encima, me tiraron al piso, me patearon y pisaron la cabeza”, relató.Siguiendo adelante con la secuencia, explicó que en la puerta de su casa “sentí cómo me esposaban y me arrastraban mientras me seguían golpeando. Afuera siguieron con los golpes y al final me tiraron en la caja de la camioneta, y uno de los policías me apoyó la rodilla en el brazo donde tenía heridas de bala. Yo le decía que me dolía y era peor, porque más fuerte me lo hacía”.Por último comparecieron Cristina Medrano, madre de Poggio, y Víctor Omar Bonafina, un militar retirado que vive a tres casas de Lucero. El hombre, que esa noche se despertó sobresaltado al escuchar los tiros, contó que vio cómo “arrojaban como una bolsa” a Lucero en la caja de la camioneta, y confirmó que el muchacho sangraba y fue sujetado con violencia en el móvil policial.Cierre.Al culminar la jornada Depetris convocó a una nueva audiencia para hoy, y anunció que tras los testigos que faltan vendrían los alegatos. Sin embargo Aguerrido le pidió a los jueces posponer los alegatos hasta “después del 10”, aludiendo luego que tenía que ver con su participación en el juicio del IPAV, aunque a nadie escapó que justamente el 10 asume Juan Carlos Tierno como intendente.Otro de los letrados complicados es Mirta Brown, quien esta mañana también tienen que ir a la Cámara 1 para brindar su alegato defensivo por el crimen de Manuel Moneo Simón. Las dos audiencias tenían fecha para las 9, pero la superposición obligó a “mover” el horario de este debate.
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