lunes, 12 de noviembre de 2007

Ser adolescentes en "Fuerte Apache"


El gobierno porteño organizó un concurso periodístico entre alumnos de la ciudad. El premio es la publicación de sus trabajos. Aquí, uno de los textos ganadores. Cinco estudiantes de una escuela cercana al barrio Ejército de los Andes cuentan cómo es la vida de los chicos en el lugar.


¿Cómo es ser adolescente en Fuerte Apache? Difícil, responde Romina sin dudar y sus cuatro amigas asienten con la cabeza. Son adolescentes, tienen entre 14 y 15 años y viven en Fuerte Apache, una de ellas dentro del barrio y las otras a unas pocas cuadras. Crecieron ahí y lo sufren todos los días: hacia el exterior cuando constantemente chocan con la discriminación de “los de afuera” y hacia adentro cuando el peligro real de los robos y los tiroteos constantes las llevan a vivir “una adolescencia encerrada, sin libertad”. Cursan juntas el segundo año del secundario y, aunque no todas sueñan con ser periodistas, sintieron la necesidad de indagar qué les pasa, qué piensan y cómo viven ellas mismas y el resto de los chicos de su edad. Plasmaron sus inquietudes en una nota que resultó ser uno de los ocho trabajos ganadores del concurso “Periodistas por un día”, organizado por la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, y que hoy publica Página/12.Romina Roxana Rodríguez, Julia González Pellegrini, Vanesa Soledad Melano, Gladis Ester Torrico y Yamila Portillo son alumnas de la Escuela de Educación Media Nº 2, República de Rumania, ubicada a cien metros de la avenida General Paz, en el barrio porteño Villa Real. Calles asfaltadas, mucho verde y casas lindas, un típico barrio de clase media. La General Paz marca el límite. Del otro lado, el asfalto se convierte en un ya viejo mejorado de la calle que, diez cuadras más allá, choca con uno de los extremos del barrio Ejército de Los Andes, al que todos llaman Fuerte Apache. Las cinco autoras del texto “Ser adolescente en Fuerte Apache” viven en la provincia, del otro lado de esa avenida que representa el límite entre dos mundos. “Nuestros padres prefieren que vengamos a una escuela de la Capital”, aclara Vanesa. Romina nació en Fuerte Apache. Sus padres vivían en una villa de Buenos Aires que ella no recuerda bien cuál y “los trajeron al Fuerte”. Julia, Vanesa, Gladis y Yamila viven enfrente, a dos cuadras, a cinco, ahí nomás. El año pasado, todos los alumnos de la escuela República de Rumania habían trabajado sobre la consigna “Los abuelos nos cuentan”, donde entrevistaron a los más grandes para recoger sus vivencias, anécdotas y reflexiones. “Esta vez nos propusimos investigar qué pensamos nosotros, cómo vemos el mundo, qué queremos”, explicó Julia en referencia al trabajo realizado bajo la coordinación de la profesora Susana Ferrero. En mayo llegaron las bases del concurso del Gobierno de la Ciudad y se pusieron a trabajar. Entraron en Fuerte Apache, pero esta vez no fue como todas las anteriores, incluso para Romina que vive ahí. Casi cuatro meses de investigación en que recorrieron los pasajes y calles, sacaron fotos, charlaron con la gente, buscaron datos, historias, problemas, preocupaciones. “Hacíamos de cuenta que nos sacábamos fotos entre nosotras, pero en realidad sacábamos fotos del lugar”, contó Vanesa, que sabe que en el interior del barrio “hay códigos y nadie quiere que le saquen fotos”. Ninguna de las chicas es ajena a la imagen estigmatizada que “el resto de la gente” tiene sobre los habitantes del complejo y menos aún de la opinión de la policía. Sin embargo, la entrevista con personal de la Comisaría 6ª del partido de Tres de Febrero les dejó un gusto amargo. “Es que a los padres no les importan sus hijos. Pero después, cuando le entregamos al hijo en un cajón, lloran”, les había dicho un oficial principal de esa seccional. Una visión un tanto simplista del conflicto social que subyace a lo que ocurre en el Fuerte Apache y que estas adolescentes, que lo sobreviven día a día, no pueden aceptar: “La policía no interviene casi nunca en el barrio, porque si no al otro día aparece la comisaría reventada, pero en los pocos casos en los que actúa se tirotea en cualquier lado y a cualquier hora. No podés ni asomar la cabeza por la ventana”, reflexionó Romina. “Una vez se amotinó un grupo de delincuentes en el segundo piso del Nudo 12, donde vive una amiga mía. Llegó la policía, empezó a disparar e hirieron a un chico del octavo que perdió mucha sangre porque no pudo salir hasta que terminó todo”, relató Julia con indignación. Aunque ella no vive dentro del barrio, todas sus amigas sí.La publicación de la nota que recibieron como premio es una gran satisfacción para las chicas, especialmente para las que sueñan con ser periodistas, pero el logro en esta ocasión va mucho más allá de que su trabajo y sus nombres sean difundidos: “Lo mejor es poder llegar a muchas personas y hacer que conozcan cómo son realmente las cosas, porque acá también hay gente buena y honesta, pero parece que a las personas y muchas veces a los medios sólo les gusta hablar de las malas”, concluyó Romina.


(publicado en "Página 12", 10 - 11- 1002)