jueves, 9 de agosto de 2007

Confirmado: más hombres del gobierno en el affaire de los 800 mil dólares


La Justicia confirmó ayer una primicia de este diario: Claudio Uberti -hombre clave de Néstor Kirchner para las relaciones comerciales y políticas con Hugo Chávez, que reporta además a Julio De Vido- integraba el vuelo privado (Caracas-Buenos Aires, 7 personas) en el que un venezolano fue sorprendido en la Aduana con una valija con 800 mil dólares. Casi una réplica chapucera, aunque sobrevaluada, del affaire de la ministra Felisa Miceli (con el sobre de dinero encontrado en su baño). O, recordando valijas, a las Samsonite de Amira Yoma en tiempos de Menem y, las más cercanas, en tiempos kirchneristas, del todavía no resuelto y primer escándalo de este gobierno, el de Southern Winds. Nadie se atreve, aún, a vaticinar las consecuencias penosas de este escándalo, ya que el alto funcionario Uberti (titular del Occovi, organismo a cargo de todos los peajes en el país, casi una broma siniestra del destino) no era el único del gobierno: lo acompañaba Exequiel Espinosa, un reputado técnico en petróleo que preside la estatal ENARSA. Y una dama, Victoria Bereziuk, también funcionaria del Occovi, de unos 30 años, influyente en más de un área del gobierno. Gente de confianza oficial que, de pronto, ha perdido la confianza general. El mazazo informativo, por ahora, sólo sabe de reuniones cumbres en la Casa Rosada, inhabilitación para hablar de sus habituales lenguaraces. A pesar de que Uberti fue nombrado dos veces por Chávez como un héroe en esa casa, una más que Julio De Vido y Roberto Rocca y cuatro menos que Cristina, en la tarde que los Kirchner se solazaron con su visitante sobre el maravilloso intercambio entre los dos países del lunes pasado. Ninguno de esos protagonistas ignoraba entonces el lamentable episodio del contrabando de dinero, cuyo destino original aún permanece desconocido, aunque alienta multitud de suspicacias (de mordidas y coimas a devoluciones non sanctas, sin olvidar subsidios para la multitud de organizaciones y sellos que en la Argentina dicen admirar por amor al jefe venezolano). Junto a los tres argentinos, en dulce montón, cuatro venezolanos: tres, altos funcionarios de la poderosa central petrolera de ese país (PDVSA), y un cuarto sin pasaporte oficial que se reconoció portador del portafolio con los dólares. El personaje, Guido Antonini Wilson, sorprendentemente ya partió de la Argentina anteayer -dicen que al Uruguay- con paradero conocido sólo para pocos, sin reclamar por ahora los 800 mil dólares que le incautaron. Hombre de despreocupada fortuna, sin duda. Ayer, luego de la primicia de este diario y 4 días después del incidente en el Aeroparque, la estatal argentina ENARSA emitió un largo comunicado explicativo sobre el caso. En verdad, cuanto más trató de aclarar, más enturbió. Seguramente en la Justicia serán más precisos. Se supone también que, en su país, lo deberán hacer los venezolanos. Tranquilidad para el público: todos saben el nivel de exigencia que en estas naciones del subdesarrollo suelen tener los magistrados. Por lo tanto, para no esperar varios años (como en otros escándalos: Skanska ya ingresó en la dormidera, por ejemplo), para que no se distinga si se trató de una infracción aduanera o de un delito penal, aguardando las complicaciones jurídicas y bizantinas a llover, conviene referirse al episodio según las versiones. 1) el grupo llegó a Aeroparque con animado espíritu festivo a las 3 de la madrugada, venía en un avión contratado por 80 mil dólares por la estatal ENARSA (no se explicó todavía la razón de tamaño gasto, ni la urgencia, ni la naturaleza secreta del periplo) a una compañía local, la cual comentó que no es la primera vez que presta ese servicio; 2) en la estación aérea, los entusiastas funcionarios hicieron pasar sus maletas por la cinta sin precisarse propiedad y, como un inspector preguntó por el contenido de la bendita con los 800 mil dólares, se le respondió: «Libros, son libros». No debe haber parecido un núcleo de intelectuales la delegación, pues el vista de aduana exigió la apertura. Una vez descubierto el dinero, se hizo responsable el único que no llevaba pasaporte oficial, el Antonini Wilson, quien por las informaciones oficiales parecería que hubiera subido al avión privado como una suerte de polizonte. Un amigo polizonte, si se quiere ser más sutil; 3) a partir de ese momento, se registraron situaciones anómalas, desde la llegada de más inspectores y policías, el levantamiento de actas, la comunicación telefónica de 7 minutos con una de las principales oficinas del gobierno y desagradables diálogos, con amenazantes imprecaciones de los viajeros, referencias a algún ministro y soeces provocaciones de índole sexual. Nada paró el procedimiento, a pesar del nerviosismo de las partes; 4) desde entonces, silencio de radio total, sobre el episodio y los integrantes de la delegación. Trascendió el hecho el lunes, pero la férrea reserva sobre los nombres se mantuvo como exigencia desde el gobierno: no se podía informar sobre lo que era secreto de sumario, fue la excusa. Secreto sólo para argentinos, ya que el inefable Hugo Chávez sí fue prolijamente iluminado, tanto que el lunes sostuvo ante la prensa: ese hombre (el afortunado Antonini Wilson) no pertenece a la delegación venezolana. Le faltaba anunciar, con impudicia, que era un colado levantado a dedo en el aeropuerto de Caracas. Algo parecido a lo que informó ENARSA, único organismo del Estado que se pronunció. Lo que sonroja, también, es la vulgaridad imaginativa.

fuente: Ambito Financiero