Por Adrián Medina
En los últimos días se ha generado un interesante debate a partir de que el diario "Perfil" diera a conocer que Héctor Timerman, actual cónsul en Nueva York, dirigió en 1976 un diario pro - Videla.
Organizaciones de Derechos Humanos se expidieron en forma dispar sobre el tema. Algunas pidieron la renuncia del funcionario y otras arrojaron un manto piadoso, recordando que en aquel entonces Timerman solo tenía 22 años.
No pasa desapercibido que el funcionario es uno de los que suena como candidato a Canciller argentino, del futuro gabinete de Cristina Fernández de Kirchner. Tampoco que Editorial Perfil, y su cara visible Jorge Fontevecchia, están profundamente enfrentados con la actual gestión nacional.
Cabe destacar que en el mismo diario golpista (La Tarde) ubica, aunque sin extrañarse, a Luis Clur en la redacción, nada menos que como editor. Para quienes no sepan quien era este señor, es pertinente recordar que fue el ideólogo periodístico de Telenoche y del canal Todo Noticias, experiencias televisivas del Grupo Clarín. Clur fue el principal responsable de darle un baño de imágen democrática al multimedio de los Noble, que fuera cómplice de cuanto golpe militar hubo en la Argentina del siglo 20.
Pero lo interesante de todo esto es que aún existe una parte de la sociedad que intenta hacer creer que la única experiencia represiva ha sido la que abarcó desde 1976 a 1983.
El hecho de que por primera vez estemos protagonizando varias sucesivos traspasos de mandatos de un presidente electo a otro por primera vez en la historia de nuestro país echa por tierra la pretensión de párrafo anterior.
Que no caiga en el olvido que muchos de los que hoy repudian al golpe de 1976, y que más de un caso lo apoyaron desde las sombras, ya tenían antecedentes golpistas en décadas anteriores. Lamentablemente algunos de ellos tuvieron que sufrir e carne propia, con la desaparición y tortura de familiares en algunos casos, para darse cuenta lo equivocados que estuvieron en las décadas de los años 50 y 60 cuando se embanderaron con los colores de las fuerzas represivas de turno.
Para muestra un texto rescatado del libro "Héroes", de Gregorio Levenson y Ernesto Jauretche:
"Respuesta del Che Guevara a Ernesto Sabato con motivo de sus opiniones sobre el carácter político de la Revolución Cubana (fragmentos)
La Habana, 12/04/60
Sr. Ernesto Sabato
Estimado compatriota:
Pertenezco, a pesar de todo, a la tierra donde nací y aún soy capaz de sentir profundamente todas sus alegrías, todas sus esperanzas y todas sus decepciones.
Sería difícil explicarle por qué “esto” (la Revolución Cubana) no es la “Revolución Libertadora”; quizás tendría que le ví las comillas, a las palabras que usted denuncia, en los mismos días de iniciarse y yo identifiqué aquella palabra con lo mismo que había acontecido en una Guatemala que acababa de abandonar vencido y casi decepcionado.
No podíamos ser “libertadora” porque no éramos parte de un ejército plutocrático sino éramos un nuevo ejército popular, levantado en armas para destruir al viejo, y no podíamos ser “libertadora” porque nuestra bandera de combate no era una vaca, sino en todo caso, un alambre de cerca latifundiaria destrozado por un tractor, como es hoy la insignia de nuestro INRA. No podíamos ser “libertadora” porque nuestras sirvientitas lloraron de alegría el día en que Batista se fue y entramos en La Habana y hoy continúan dando datos de todas las manifestaciones y todas las ingenuas conspiraciones de la gente Country Club que es la misma gente Country Club que usted conociera allá y fueran, a veces, sus compañeros de odio contra el peronismo.
Aquí, la forma de sumisión de la intelectualidad tomó un aspecto mucho menos sutil que en la Argentina.
Aquí la intelectualidad era esclava a secas, no disfrazada de indiferente como allá, y mucho menos, disfrazada de inteligente, era una esclavitud sencilla, puesta al servicio de una causa de oprobio, sin complicaciones, vociferaban, simplemente…
Ernesto Guevara"