lunes, 22 de octubre de 2007

Feliz Día del Padre


Cuando se le encienden las luces, David Nalbandian tiene de hijo al más pintado. Sólo un tipo con un alto grado de talento y una voluntad a prueba de balas puede despachar a los top del planeta o cerrar la faena como ayer (Día de la Madre) en el Recinto Ferial Casa de Campo de Madrid, levantándose de un comienzo con tufo a derrota para dar vuelta la tortilla ante el número uno del mundo y coronarse en el Masters Series español por 1-6, 6-3 y 6-3 en 1h49m.Por algo, allá en su Unquillo natal, era conocido como La Mula, incapaz de dar el brazo a torcer. Por eso se pasó 15 meses sin técnico, mezquina diplomacia a la hora de enfrentar preguntas picantes y prefiera los autos de rally al gimnasio. Pero tiene talento y garra de sobra, como para talle XXL. El cordobés llegó con un paréntesis de casi un mes tras una rápida salida del abierto de Viena. Y casi se toma el buque en segunda ronda ante el checo Tomas Berdych. Pero le metió sangre y sobrevió. Después, se dedicó a sacarles la lengua a los que lo despachaban antes de tiempo. En cuartos de final les aguó la fiesta a los dueños de casa al despachar en un suspiro al ídolo local, Rafael Nadal (número dos del mundo). Ratificó que no había sido casualidad en semi, eliminando al serbio Novak Djokovic (tres del ranking). ¿Faltaba algo más para demostrar que este David (25º del ranking) era igual que aquel, top 3 del planeta hace un año?Si los incrédulos tenían dudas, la última batalla sería ante un viejo cliente: Roger Federer, el mejor tenista de la historia. El suizo (que lo respeta sobremanera como uno de los pocos que se le planta de igual a igual) salió jugando el primer set de manual. O mejor aun, de videogame. Sólido, aprovechó cada vez que el argentino dejaba la pelota jugable para martirizarlo (metió 11 winners, contra cuatro de Nalbandian). La cosa estaba tan salada para el cordobés que en el quinto game le cantaron mala una pelota que parecía buena para recuperar un break. David le pidió al umpire brasileño Carlos Bernardes revisarla con el Ojo de Halcón y éste le contestó que, justo en ese punto, la máquina no había funcionado. La cosa no cambió y a David el set se le fue en media hora.Cualquier otro habría dado las hurras. Todos menos La Mula, que se cargó las pilas y comenzó a imponer condiciones. En un ratito metió cinco winners y demostró que estaba en partido. Del otro lado de la red, a Federer comenzó a hacérsele más cortita la cancha y la red un toquecito más alta. Así la cuenta de errores se le infló más que el precio de los tomates (13, contra media docena de Nalbandian) y perdió el servicio para quedar 0-2. David ajustó el saque y no se dejó asustar. Cambiando los planos y no dejándole tomar el ritmo a su rival, administró sabiamente la ventaja. Encima, cuando Roger se le venía al cuello, David metió un par de muñecazos para bajarle la espuma y emparejar.El tercero era para ver quién era más taura. Y, nuevamente, el cordobés atacó al principio. Tras tirar largas dos bolas de break, en la tercera mostró eficacia y se puso 2-1. Con su servicio, bancó el cambio de táctica de Federer, que salió a atacar. Y cuando le tocó recibir, fue lo suficientemente sólido como para lastimar con la devolución. En el noveno game (5-3 para David), Rogelio ya estaba a punto caramelo. En el quinto punto, iguales en 30, la pelota volvió a perdérsele a Federer (19 drives fallidos en todo el partido). Punto de campeonato. Saque del suizo a la T, devolución paralela de David, que sube a la red y volea sin dramas para alcanzar el sexto título de su cosecha. De rodillas sobre la carpeta madrileña, la sonrisa se le dibujó no sólo por el cheque de 340 mil euros que embolsó. Había demostrado que su particular cóctel de clase y testarudez baja al más pintado.

olé