La droga, el alcohol, la calle y su multifacética inseguridad; los jóvenes, su descontrol, su incertidumbre, su puro presente... Los temas están a la orden del día, desvelando a un mundo adulto que mira a las nuevas generaciones con ojos desencantados. Pero hay un costado de la vida adolescente que poco se mira y -sobre todo- poco se asocia con estos males, y que hoy vale la pena alumbrar: en Buenos Aires, en los últimos seis años se duplicaron los repitentes entre los estudiantes secundarios, y creció un 130% -del 7 al 16%- la cantidad de chicos que dejan las aulas en esa etapa crucial en que la escuela es el mejor lugar para estar. Los datos de la Dirección de Informática y Planeamiento Educativo bonaerense cobran hoy una dimensión que trasciende lo educativo. Abandonar la escuela no es, como hace décadas, sólo una opción de quienes -urgidos por el hambre y la pobreza- no tienen otro destino que el trabajo temprano: "Las causas que arrancan al chico del aula son más complejas", coinciden los expertos, y recorren un abanico que va desde la crisis socioeconómica hasta la desintegración familiar, pasando por el fracaso del Polimodal, la cultura de la inmediatez, el auge del consumismo y el descrédito de cualquier forma de inversión a futuro.Esa complejidad se angosta hasta apretarse en cifras que alarman: en primer año del Polimodal (el tradicional tercer año) uno de cada cuatro chicos deja de estudiar. La comparación de los datos oficiales de "eficiencia interna" del período 1999/2000 con los de 2005/2006 revela que la repitencia en el secundario trepó del 4% al 9% en cinco años (con un pico del 16% en octavo del EGB, el viejo primer año), y que la tasa de abandono subió 130%: son cerca de 90.000 chicos que dejan la escuela en un momento delicado de su desarrollo."Son datos que preocupan y obligan a redoblar esfuerzos para retenerlos en las aulas. Pero los índices de abandono son riesgosos porque no cuentan toda la historia: hay chicos que se van pero son absorbidos por otras ofertas educativas, como los bachilleratos de adultos o las escuelas especiales. Es decir: 3no sabemos si el chico abandonó su educación, pero sí que la EGB y el Polimodal entraron en crisis de respuestas: lo que ofrecían no satisface, por eso estamos en proceso de cambio", dice Carlos Giordano, al frente de la Dirección. Hasta hace unos años, los especialistas atribuían la deserción escolar a la necesidad de ayudar económicamente a la familia, pero hoy, aún en sectores pobres, pesan fuerte otras cuestiones. "Hay que redoblar esfuerzos para que los chicos vuelvan a ver la educación como algo deseable, y es difícil porque dejó de ser un indicador de ascenso social. A su vez, los maestros también están pinchados: a veces no tienen herramientas o trabajan en malas condiciones, y la pasión por enseñar decae. Hay que redoblar esfuerzos para retener a los adolescentes en el aula", subraya.El abandono, dice, se explica en múltiples causas. "La repitencia, en cambio, es un problema interno, responsabilidad del sistema educativo. Creo que falta diálogo con el mundo del pibe, que algunas metodologías resultaban exclusivas, que había que cambiar las cosas. Por eso, volvemos al secundario", apuntó Giordano.Que la repitencia haya escalado tanto es alarmante porque el fra caso escolar es la antesala del abandono. "Estamos tratando de revertirlo diseñando propuestas pedagógicas y metodologías acordes a la capacidad intelectual de los chicos. Se van de la escuela porque quieren aprender, y la escuela no les estaba enseñando. El desafío es convertirla en un espacio convocante para ellos y los maestros", dice Ariel Zysman, director de Secundaria bonaerense.Para Pablo Pineau, al frente de la Sociedad Argentina de Historia de la Educación, "en los últimos años ganó espacio en la secundaria lo que algunos llaman el derecho a ser mal alumno: reina la idea de que tiene derecho a quedarse más allá de su cumplimiento. Tiene un costado bueno, porque habla de un sistema más inclusivo, pero hay que repensar estrategias y pedagogías para que el alumno sienta que quedarse tiene valor, que no es lo mismo ir que no ir. Circula un discurso que sugiere que lo que se hace en las aulas no tiene impacto en la sociedad. Entró en crisis la idea de que la educación tiene el poder de torcer un destino, y hay que recuperarla", enfatiza."Hace 30 años, cuando la escuela expulsaba había un sistema que incluía: el mercado laboral. Hoy, cuando un pibe abandona la escuela cae al vacío: no hay necesariamente un espacio esperando -advierte Pineau-. Y ese vacío es riesgoso".
Clarín