martes, 25 de septiembre de 2007

Convocan hoy a peronistas para el peor acto contra K: recordar asesinato de Rucci


Jorge Bergoglio abre la Catedral hoy a las 18 para una misa por un muerto de hace 34 años: José Ignacio Rucci, entonces secretario general de la CGT, masacrado en la puerta de su casa por varios grupos de la Organización Montoneros (algunos ahora en actividad, jamás confesos del episodio). La vivienda, en la calle Avellaneda (Flores), era una típica casa chorizo, un departamento entre varios en un largo zaguán, clase media de entonces, sin relación alguna con las fastuosas propiedades y bienes que los guerrilleros de entonces le atribuían al sindicalista. Una tendenciosa campaña publicitaria de Montoneros que volcó a buena parte de la población a saborear como un «hecho justiciero» ese asesinato (se solazaban con llamar Traviata al crimen por los 33 agujeritos). En aquella Argentina muchos disfrutaban con la violencia (aplicada a los otros, claro). No han sido frecuentes las misas en la Catedral por un gremialista, de ahí que desde el gobierno se sospeche por la actitud del cardenal (al que consideran su principal opositor). Más cuando satisface pedidos de Alberto Rodríguez Saá, Carlos Menem y sindicalistas que nunca olvidaron a Rucci: de Luis Barrionuevo a Hugo Moyano o Gerónimo Venegas. Culto a la memoria poco conocida porque, en general, ninguno de ellos estuvo siquiera cerca de un dirigente que marcó el esplendor de los metalúrgicos: Rucci en la CGT y Lorenzo Miguel en la UOM (aunque, como corresponde, ambos se peleaban furiosamente entre sí). Bergoglio ofrecerá hoy un silencio piadoso y suspicaz con varias explicaciones: desde el espacio a rivales políticos del kirchnerismo, el regreso y convocatoria al peronismo más tradicional (apartado obviamente por el Presidente) y el repudio a la metodología armada de Montoneros que, en aquellos tiempos, asesinaban gremialistas argentinos explicando que se trataban de los zares rusos. Siempre, en general, leyeron poco y de costado. Repudio que, por otra parte, jamás se podrá encontrar en la boca del propio Kirchner -tampoco en la de su esposa candidata-, a pesar de que en su gestión se preocupó por no olvidar otros crímenes. Si hubiera sido justo en sus actitudes, tal vez el homenaje de hoy no sería observado como una saeta -religiosa o no- al corazón del matrimonio oficial.

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